Pocos temas dicen tanto de una sociedad como la gestión y disposición final de la basura en las ciudades. LA GACETA abordó este tema prácticamente desde sus inicios como medio de comunicación, ya que abarca múltiples aspectos que tienen que ver con cómo son los tucumanos en tanto sociedad, especialmente en asuntos tan delicados como salud, cultura, educación y convivencia. Recientemente se han publicado un seriado de artículos referidos a esta cuestión, con enfoques diferentes e incluso editoriales, que tienen el propósito de que sirvan de base para repensar esta crisis -imposible definirla de otra forma- y actuar en consecuencia.

En las últimas horas, un accidente generó una novedad en el encuadre informativo, ya que -indirectamente-, los residuos urbanos acumulados en fondo del Canal Sur habrían amortiguado la caída de un auto a ese cauce y evitado lesiones graves a la conductora del vehículo, según testigos presenciales que hablaron con LA GACETA y señalaron -además- la ausencia de medidas de seguridad en la zona como barandas o contenciones. El hecho ocurrió a la altura de Américo Vespucio al 3.000; lo que podría entenderse como una buena noticia es, en su expresión más acabada, el único aspecto positivo que ha tenido este asunto en los últimos tiempos.

Pero más que -milagrosamente- salvar vidas, la basura las amenazas. Pocas horas después de ese incidente, los vecinos de la calle Bernabé Aráoz, entre Magallanes y Olleros, denunciaron que conviven con un basural a cielo abierto desde hace cinco décadas en un canal de pocas cuadras de extensión donde las bolsas, todo tipo de deshechos y animales muertos forman parte de su paisaje urbano. El paso de una administración a otra fue un simple hecho administrativo, sin ninguna consecuencia positiva para quienes habitan la zona.

Más allá de los espacios públicos, la clave está en las conductas privadas. Las sucesivas campañas de concientización a la población en la importancia del reciclaje de plásticos y vidrios y compostaje de orgánicos, entre demás aspectos, ven su resultado en el tiempo y -fundamentalmente- dentro de las casas. Comenzar a entender que las zonas comunes deben tener el mismo respeto que los hogares privados es un trascendente paso para que mejore significativamente la cuestión. Desde la Subdirección de Ambiente del municipio capitalino se impulsa el programa Educá para la separación de los residuos secos y limpios: ya se retiran 65.000 toneladas por mes. En Yerba Buena y en Tafí Viejo, entre otros distritos del Gran San Miguel de Tucumán, también se impulsan campañas para la separación domiciliaria de la basura e incluso el canje de orgánicos por tierra abonada, cuyo resultado sólo lo dirá el tiempo si se mantienen las políticas aunque cambien los gobiernos.

El tema tiene incidencia global. Recientemente, el periodista de LA GACETA Pablo Hamada recordaba -en su artículo del domingo 3- su grata experiencia con la limpieza en Japón; pero 48 horas antes se publicó el inicio de la campaña Basuraleza para retirar 10.000 kilos de basura que afean el Camino de Santiago en España, ejemplos de dos sociedades diferentes del primer mundo. “Deja las cosas mejor que como las encontrasteis”, es el lema del proyecto español, acompañado del hashtag #YoLoTiroAquí en Instagram. La acción de las nuevas generaciones en este asunto será fundamental, pero la responsabilidad no tiene edad.